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Una historia de la jungla: Capitulo 2

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Mali, from A jungle's tale by PaginaUnno


Perdido en la selva de asfalto

 

Es un nuevo día en la mansión. Tisca despierta de una noche plena de descanso. Su gatita Alysa se sube a la cama de ella dándole los buenos días con ronroneos amistosos cuando repentinamente algo parece asustar a la gata y en un segundo el mono de Mali, Tiko, se posa sobre la cama de Tisca, quien todavía duerme plácidamente dejando escapar ronquidos. El mico la observa detenidamente por unos momentos hasta comenzar a imitar sus gestos que hace al roncar hasta que se le ocurre meterle el plátano que él sostenía en la boca. Tisca despierta en el acto con la cara del mono sobre ella, asustándola; el grito se escucha por toda la casa.

Instantes después el mono baja a toda velocidad las escaleras seguido muy de cerca por Tisca, quien está muy molesta con el animal. El mico se refugia en la cocina, por lo que ella lo sigue hasta allá. Una vez allí encuentra el grifo del agua abierto derramando agua por todo el suelo y a Mali junto con su mascota tomando bocados a manos llenas de lo que parece ser cereal.

-¡¡Pero qué están haciendo!! –grita en alto al verlos en medio del desastre.

Al escucharla, ambos salen de la cocina tan rápido como pueden hacia la puerta que da al jardín. Quedándose a solas y viendo de nuevo el desastre que han dejado atrás sus huéspedes tras de sí no le queda más que resignarse. –Maldición, es muy temprano para estas cosas y ya estoy gritando.

En ese instante aparece su madre detrás de ella en bata y todavía con una máscara facial verde sobre la cara, sosteniendo una taza de café con una mano. –Buenos días, querida. ¡Cielos! –Exclama petrificada al darse cuenta del desastre de la cocina para momentos después limitarse a dejar la tasa en el inundado lavabo y dirigirse de nuevo a su habitación-. Hija, si querías el desayuno debiste limitarte a pedírselo a la señora Birsk.

Inútilmente Tisca intenta explicarle lo ocurrido hasta que su madre se aleja demasiado como para que ella pueda escucharla. –Pero… yo… ¡esto no es mi culpa!

Así pues, de mala gana Tisca se pone a limpiar ella sola la cocina por segunda vez.

Más tarde, ese día. Los tres se reúnen para tomar el desayuno juntos. Debajo de la mesa la gata de Tisca come muy tranquila su comida para gato servido en un tazón de plata cuando nota que el simio la observa detenidamente. Intentando no prestarle atención, la gata continúa con lo suyo hasta que la cola del mono aparece por detrás y le da unos toquecitos en el lomo que la hacen voltear al tiempo que el mico intenta tomar una parte de su alimento, pero sin siquiera girar la cabeza la gata saca sus garras y las pone peligrosamente cerca del rostro del mono como advertencia, por lo que éste desiste en su intento muy asustado.

Al mismo tiempo, sobre la mesa, la madre de Tisca le pregunta a su hija: -Y, ¿qué tienes pensado hacer para hoy, querida?

Ella, sin sacar la cara de la taza de té que bebe le responde de manera seca. –Probablemente voy a pasar todo el día en el club, o quizás llame a mis amigas para ir a la ciudad.

-Que excelente idea. Si vas a la ciudad puedes llevarte a Mali contigo.

Tras escuchar a su madre Tisca escupe el té por la boca de vuelta a la taza con los ojos desorbitados. –¡Pero mamá! –repone en tono lastimero, lo que no parece preocupar a Mali, quien en ese momento juega inocentemente con su comida, que consiste en huevos fritos con pan tostado, té y mermelada.

-¡Tengo una idea! –dice la madre sin hacer caso a los lloriqueos de su hija-. Como Mali ha pasado toda su vida en la jungla, no tiene mucha ropa que ponerse desde que llegó aquí.

-Eso explica por qué siempre anda medio desnudo desde que llegó –mirando con recelo a su invitado al que tiene en frente de la mesa.

De pronto a Acanta se le ilumina el rostro -¿Qué te parece si lo acompañas una de esas grandes tiendas a que se compre ropa elegante? –sugiere al ponerse de pie y marcharse-. Bueno, los dejo solos, chicos. ¡Que se diviertan! –exclama al salir por la puerta principal.

-Hay, no, ¿por qué a mí? –se lamenta Tisca azotando la cabeza con fuerza sobre la mesa, lo que llama la atención de Mali y el mono.

Minutos más tarde Tisca y Mali suben a la limusina que los conduce al centro de la ciudad. En el interior se hace un silencio muy incómodo entre ellos. Durante todo el viaje Tisca evita a toda costa el contacto visual con él mirando por la ventana. En determinado momento ella desvía fugazmente la mirada hacia él descubriendo que éste la observa con una sonrisa desproporcionadamente grande. Incómoda por el gesto, se siente obligada a iniciar una conversación. –Y bueno, ¿puedes hablar?

La pregunta parece confundir al chico, permaneciendo en silencio.

 -Genial… -dice Tisca con sarcasmo en voz baja-. Escúchame, mi madre me encargó acompañarte al centro de la ciudad a comprar ropa para ti. No te alejes de mí ni de Sansbury, no hagas cosas raras y lo más importante: no rompas nada, ¿entendiste?

Aunque todavía confundido, Mali parece entender lo que le dice asintiendo con la cabeza.

Cuando la limusina se detiene en una gran tienda de ropa, el chofer les abre la puerta y tanto Tisca como Mali entran. Una vez en el interior, el enorme flujo de gente entrando y saliendo llama la atención de Mali, que parece ponerse nervioso por la cantidad de movimiento que allí se lleva a cabo. Por un momento Mali detiene su camino para observar el incesante flujo de personas, algunas de ellas lo rodean o le piden permiso de paso cuando Tisca lo llama. -¡Mali!

Más tarde y después de elegir entre una gran cantidad de ropa para él Tisca lo conduce a los probadores, y una vez estando frente a uno ella le pide entrar. Pasado un tiempo dentro él finalmente sale exactamente como entró, lo que la hace desesperar.

-¡Tienes que quitarte ese trapo que llevas en la cintura y probarte algo de lo que te he traído! –dice empujándolo de vuelta al probador para momentos después ser golpeada por la trusa de piel que él llevaba justo en la cara. –Esto de algún modo no está funcionando… -se queja ella con la prenda entre los ojos.

Tras pedirle ayuda a un par de empleados de la atienda que asisten a Mali a vestirse, finalmente logran que se pruebe un conjunto de ropa saliendo elegantemente vestido con un traje elegante, sombrero de copa y hasta un monóculo que lo hace ver como un viejo aristocrático. Tisca hace una negación de desaprobación. El siguiente es un ajustado uniforme de futbol americano que para sorpresa de la misma Tisca, hace sonrojarla. Repentinamente el uniforme se descose de las costuras debido a lo entallado cuando Mali mueve sus músculos, por lo que Tisca desaprueba la vestimenta con una avergonzada negación. Para su tercera muda Mali desfila con un pantalón que le llega a los tobillos, zapatos deportivos, gorra y gafas para el sol lo que le da un aire muy inmaduro y demasiado infantil. Tisca lo desaprueba de inmediato.

Finalmente y después de mucho batallar, los empleados logran ponerle algo más. Cuando Mali sale del probador luce una elegante camisa, pantalones color arena y su largo cabello está peinado y recogido. Tisca aprueba la ropa asintiendo hasta que Mali rompe su postura para rascarse por todo el cuerpo, imitando a un mico debido a lo molesto que le resulta usar ropa por primera vez.

Tisca sale de la tienda seguida de cerca por Mali y Sansbury, quienes cargan entre brazos bolsas con todo tipo de ropa y calzado.

-Bien, ahora iremos al centro comercial que se encuentra en la gran avenida, después pasaremos a una zapatería, una tienda de accesorios, con el sastre y luego…

Al mirar atrás se encuentra a Mali y al chofer exhaustos, descansando el cuerpo en el borde del auto sin dejar de jadear por el esfuerzo de cargar todas las bolsas de compra solos  –Bueno, supongo que podemos tomar un descanso.

Dicho esto, ella se pone a hablar por teléfono y el chofer entra al auto a tomar una rápida siesta en el asiento del conductor, dejando a Mali solo afuera. De pronto él percibe un olor que despierta su apetito y decide seguir el rastro ignorando las indicaciones de Tisca de no alejarse.

El aroma conduce a Mali a un puesto de perros calientes callejeros. Mali se acerca al vendedor, quien lo recibe gentilmente. –Hola, señor. ¿Gustaría probar uno de nuestros deliciosos perros calientes?

En el momento en el que el hombre le ofrece un perro caliente Mali lo toma y se lo come de un solo bocado. –¡Vaya que tiene hambre! –exclama el vendedor, sorprendido-. Imagino que quiere otro.

Por un tiempo Mali continúa comiendo un perro caliente tras otro hasta la saciedad, y cuando ya no puede más el vendedor le pide amablemente que pague. Mali parece no entender lo que el hombre quiere, así que al ver la mano extendida del hombre hacia él le estrecha la mano amistosamente. Irritado, el vendedor toma a Mali por la camisa y lo alza en vilo. -¡Te acabas de comer veinte perros calientes! ¿No me digas que no tienes dinero para pagarlos? ¡Eres un ladrón! ¡Policía! ¡Policía!

Ante tremendo alboroto las personas que caminan por la calle se detienen en el puesto para ver lo que sucede. Mali le ofrece al vendedor un puñado de nueces que llevaba en el bolso como señal de tregua, pero apenas las recibe las tira al suelo con furia. -¡¿A caso me quieres ver la cara, niño?! ¡Irás a la cárcel por esto, toma!

El hombre le lanza un puñetazo al rostro que Mali esquiva con gran agilidad. Entonces el vendedor intenta golpearlo por segunda vez, pero Mali ésta vez reacciona saltando en el aire y pateándolo con sus dos piernas en el aire, lanzando al vendedor justo al carro de perros calientes.

Para ese momento el barullo capta la atención de un policía que pasa por allí y se abre paso entre la gente. -¡Qué pasa aquí!

Al llegar a la escena lo que ve es a Mali de pie junto al vendedor de perros calientes noqueado sobre su puesto. -¡Tú, muchacho! ¡Ven aquí!

Presintiendo el peligro, Mali decide alejarse del lugar haciendo un gran salto sobre la multitud expectante para salir huyendo hasta perderse en las calles.

Mientras tanto, Tisca termina de hablar con sus amigas y decide que ya es hora de continuar con las compras, por lo que decide salir afuera para avisar a Mali y al no encontrarlo despierta al chofer sacudiéndolo con fuerza. –Sansbury, ¿sabes en dónde está Mali?

-Lo lamento señorita, pero no lo sé. Creí que estaba con usted.

-No puede ser. ¡Seguramente se ha perdido! Y ahora, ¿qué voy a hacer? Mi madre me matará si se entera de que lo perdí.

Al mismo tiempo, no muy lejos de allí Mali deambula sin rumbo buscando a Tisca hasta caer en cuenta de que se ha perdido. Por un momento cree ver a Tisca dándole la espalda del otro lado de la calle, pero cuando se acerca a ella y ésta se vuelve resulta ser una muchacha completamente diferente que lo golpea con su bolso en la cara. Luego ve a un perro caminando por la calle al que decide acercarse. Al principio el perro mueve la cola amistosamente, pero cuando percibe el olor de las salchichas que se comió se lo imagina como un perro caliente gigante e intenta morderle la mano, por lo que Mali trata de escapar con el animal detrás de él, quien logra apresarlo con el hocico por los pantalones.

-o-

En su búsqueda por Mali, Tisca y Sansbury pasan por el puesto de perros calientes en el que el vendedor todavía está tratando de acomodar su mercancía después del altercado. –Disculpe, ¿ha visto usted a un chico de piel morena, cabello largo y ojos marrón? Está extraviado y lo estamos buscando. –lo interroga ella.

-¿Quiere decir que ese joven raro es amigo suyo? ¡Se comió mis perros calientes y arruinó mi puesto! ¡¡Ustedes tendrán que pagarme por los desastres que causó!! –exige el hombre hecho un energúmeno.

Restando importancia al asunto ella agrega: –No hay problema, ¿cuánto puede ser por un par de perros calientes?

El vendedor, ya más calmado hace unos cálculos rápidos con una calculadora, escribe algo en un papel y se lo muestra. ¡¿Qué?! ¡Tanto! –exclama sin poder creerlo.

Resignada, Tisca saca su tarjeta dorada del bolso la cual es arrebatada por el vendedor de perros calientes. –Mi madre me colgará viva por gastar tanto en un solo día, y ni siquiera fue par algo que valiera la pena –dice, afligida.

-Quizás deberíamos llamar a su madre o a la policía para que nos ayude a encontrarlo, señorita –sugiere con tiento Sansbury.

-¡Ni lo sueñes! -le grita con enojo-. Ya es suficiente, lo encontraremos y en cuanto lo hagamos ¡le colocaré una correa o algo! –agrega dándose la vuelta una vez el hombre le regresa su tarjeta para continuar la búsqueda.

-o-

Mali continúa perdido en la gran ciudad. El sol se ha ocultado detrás de unas nubes grisáceas. Incapaz de acostumbrarse a usar ropas, la comezón en todo su cuerpo se ha vuelto insoportable obligándolo a rascarse constantemente entre la piel, por lo que poco a poco va quitándose parte de la ropa la cual va tirando más a la calle hasta quedarse en ropa interior. En eso alza la vista y distingue algo entre los edificios que llaman su atención. En un edificio departamental, fuera de una ventana, puede distinguir una maceta con una hermosa flor que resalta con su color entre el paisaje monótono de la gran urbe, así que sin pensarlo mucho decide trepar como puede por uno de los lados del edificio.

Al mismo tiempo Tisca y Sansbury siguen la pista de Mali cuando repentinamente se encuentran por casualidad una de sus prendas tiradas en el suelo, pero cuando Tisca está a punto de tomar la prenda cuando un vagabundo se le adelanta para examinar la fina ropa. -¡Oye, deja eso! –le ordena desde el otro la dode la acera, por lo que el hombre se asusta alejándose y dejando detrás la prenda.

Ambos entonces se apresuran para recuperar la prenda antes de que algo más suceda. -Mira, parece que es la camisa que Mali estaba usando.

Su chofer entonces le señala hacia otro lado de la calle en donde aparece un zapato olvidado. –Parece ser que por alguna razón se despojó de sus nuevas ropas. Quizás si seguimos el rastro podremos encontrar a Mali.

Cerca de allí, Mali finalmente logra trepar por los edificios y el cableado hasta llegar a la flor para admirarla, respirar su polen y dejarse llevar por sus recuerdos de su vida en la selva, entonces escucha desde el interior de la ventana a una mujer gritando, por lo que decide marcharse dando un salto a otro edificio cercano hasta llegar al techo desde donde se puede ver toda la ciudad. Habiendo encontrado nuevamente la paz, Mali se queda allí un rato, contemplando a lo lejos un pequeño espacio verde que parece ser un parque municipal hasta que escucha una voz en la calle aledaña que reconoce de inmediato. Al mirar hacia abajo puede observar a una furiosa Tisca seguida de Sansbury, quien intenta apaciguarla. –Cálmese, señorita, estoy seguro de que lo encontraremos. No debe estar muy lejos andando a pie.

Muy molesta como para escucharlo ella se detiene en medio de la calle y se da vuelta para darle una reprimenda. –¡Si no lo encontramos pronto y con vida, mi madre no volverá a dejarme ver la luz del día! Será mejor que traigas el auto mientras yo pregunto por él en esta zona.

En ese instante y sin darse cuenta, las luces del semáforo de la siguiente cuadra cambian a verde haciendo avanzar a un vehículo que va directo hacia ella en una inminente colisión que podría costarle la vida. Alarmado por esto, Mali intenta advertirle del peligro a Tisca gritando con todas sus fuerzas pero está tan lejos que no parece poder escucharlo.

Pensando rápido, Mali corta con una rudimentaria navaja que guardaba en su ropa interior al línea de un cable telefónica y la usa a modo de liana para balancearse hasta donde está Tisca. En el último momento Mali grita el nombre de Tisca para llamar su atención antes de tomarla en brazos un segundo antes de que el auto la arrolle. –¡Tisca! ¡Cuidado!- Momentos después del percance, los peatones se congregan alrededor de ellos, quienes todavía permanecen inmóviles en la acera.

-¿Están ustedes dos bien? –pregunta una señora de mediana edad a los muchachos, quienes reaccionan levantándose, tan sorprendidos como ellos.

-Niña, ese chico acaba de salvarte la vida –agrega un peatón acercándose a Tisca-. Si no fuese por él, ese auto te habría arrollado.

Tras darse cuenta sobre lo sucedido Tisca se vuelve hacia Mali mostrando una sonrisa tímida. –G-gracias –balbucea un tanto sonrojada.

Mali recibe su gratitud respondiendo con otra sonrisa.

 

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