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Una historia de la jungla:Capitulo 5

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Mali and Tisca from A jungle's tale by PaginaUnno

Salvaje Naturaleza

 

Tisca duerme plácidamente recargando la cabeza contra una ventana, en el interior de un autobús cuando alguien la despierta tocando ligeramente su hombro.

-¿Qué tienes, Tisca? –le pregunta su amiga Brenda al notarle los ojos ojerosos y la expresión trasnochada.

-Te ves terrible. Pareciera que tuviste un accidente. –agrega su otra amiga Lila asomándose desde el asiento de atrás mientras masca goma de mascar.

-Pasé casi toda la noche en vela a causa de Mali. Estuvo aullando toda la noche y corriendo por el tejado sin dejarme dormir. Creo que estaba tan ansioso por el paseo de hoy.

-Pues yo no veo por qué te llevas tan mal con él.

-Es cierto. No parece un mal chico, además, fue gracia a él que no tuvimos clases el día de hoy.

-¿Qué pasó? –inquiere su otra amiga-. ¿Por qué no fue el maestro a la escuela hoy?

Con expresión molesta Tisca recapitula lo sucedido: Mali y yo llegamos a la escuela y en el camino nos encontramos con el maestro por casualidad. Como él no había tenido tiempo de desayunar, estaba comiendo su desayuno antes de entrar al salón, por lo que al verlo, el maestro lo regañó, y le exigió que dejara de comer, por lo que Mali le sacó la lengua junto con lo que estaba comiendo con la intención de escupirlo.

-No entiendo, ciertamente es asqueroso, pero  ¿por qué el maestro faltó a clases?

-Todavía no termino. Cuando Mali le mostró lo que estaba comiendo, resultó ser una oruga. De la impresión el pobre maestro tuvo un ataque y se desmayó. Tuvieron que sacarlo de la escuela en ambulancia.

-¡Vaya! –exclama Lila-, esa sí que es una historia.

-Ciertamente, es por eso que organizaron esta visita al zoológico de último momento –alega con un suspiro-. Ya no somos niños pequeños. ¿Por qué tenemos que ir a un zoológico?

-Anímate, ¡será divertido! Tan sólo mira cómo se divierte Mali.

Las tres chicas entonces voltean a ver a Mali, quien en esos momentos está cantando alégreme con algunos compañeros de escuela que le enseñan la letra.

-Parece muy contento después de todo lo que provocó. Al menos espero que en el zoológico se sienta como en casa. Desde que llegó a vivir con nosotros supongo extraña su hogar en la selva.

Una vez el autobús llega a su destino los estudiantes se agrupan frente a la maestra de arte, quien con un marcado acento francés les da indicaciones.

-Bien alumnos, como sabgán el día de hoy tendgemos una actividad de campo. Quiero que escojan a un animal y lo observen durante todo el día hasta que sean capaces de captugag su esencia y la majestuosidad de estas hegmosas crgeaciones de la naturaleza y paga ello se dividigán en grupos.

Inmediatamente los estudiantes hacen parejas con sus mejores amigos. Tisca busca rápidamente a sus amigas sólo para darse cuenta de que ellas la han dejado fuera. –Lo lamento, Tisca, pero sólo son grupos de dos.

-Perdona, pero ella Brenda se ofreció a ayudarme con mis dibujos si la elegía.

-Vaya amigas… -refunfuña dándoles la espalda cuando escucha una voz de tras de ella.

-¿Así que tú tampoco pudiste conseguir pareja, Tisca?

Detrás de ella se encuentra con Mali, muy sonriente.  –Debí verlo venir… -agrega con decepción.

Una vez los alumnos se han entrado al zoológico y se han desperdigado Mali no puede contener su emoción al ver a todos los animales exóticos en sus respectivos hábitats. El primero de todos es el hábitat de los leones al que Mali corre sin demora para ver a los animales, imitando sus rugidos a todo pulmón. –Despacio, Mali, que tenemos todo el día para esto.

Sin hacerle el menor caso la atención de Mali es desviada al hábitat de los caimanes al que se dirige con el mismo entusiasmo. -¡Mira eso, Tisca! ¿Qué son esas cosas? Jamás había visto algo así.

Aunque al principio parece irritada por la compañía de él, la emoción de Mali parece contagiar a Tisca también cuando lo ve intentando comunicarse con los babuinos a través de gritos y gesticulaciones graciosas. –Bueno, al menos creo que no me dará problemas por el día de hoy –dice ya más calmada y con una sonrisa.  

Mientras que Tisca se sienta a comenzar con su proyecto de dibujo, Mali decide dar una vuelta por el zoológico para ver a las jirafas, los grandes felinos, aves de todo tipo, pero al llegar al hábitat de los osos polares su felicidad se desvanece observando a uno de estos permanecer sentado tristemente en un rincón del hábitat. Aquella visión del oso polar permanece en su mente por largo rato.

Cuando llega la tarde y los estudiantes deben regresar, Tisca se encuentra con Mali, quien para ese entonces parece pensativo y extrañamente callado. ¿Y bien? ¿Terminaste el dibujo a tiempo?

-¿Ah? Sí… -responde distraídamente entregándole su cuaderno.

Al verlo Tisca sólo ve en el cuaderno un crudo dibujo del oso polar formado por círculos el cual pareciera hecho por un niño pequeño. –Pero… qué es esto –claramente molesta. Entonces nota la falta de energía de su compañero-. Oye, ¿te sientes bien? –poniéndose a la par de él mientras caminan a la salida

-Yo estoy bien, quienes me preocupan son los animales.

-¿Qué tienen? Les dan de comer y están muy bien atendidos por el personal del zoológico. Es uno de los mejores de la ciudad.

-No me refiero a eso. Estoy hablando de la privación de su libertad; encerrados en esos pequeños hábitats durante el resto de sus vidas. Al principio no lo noté, pero muchos de estos animales añoran su vida al aire libre. Algunos ni siquiera conocen lo que es la libertad.

-Te preocupas demasiado. Son sólo animales. Estoy segura de que están mucho mejor bajo los cuidados de las personas del zoológico que en su estado natural.

Por uno momento Mali se detiene para mirarla a los ojos con expresión seria, algo que Tisca no había visto hasta ahora. –Se ve que no entiendes lo que es la libertad hasta que algún día la pierdas.

Dicho eso la deja atrás, pensativa.

Horas más tarde, ya en la mansión, Tisca se prepara para relajarse en la bañera. Mientras se quita lentamente la ropa medita en las palabras de Mali.

“Quizás tenga razón. Ahora que lo pienso, Mali debe sentirse como esos animales del zoológico desde que llegó a vivir en la ciudad. Qué tonto…de cualquier forma no se puede hacer nada por esos animales del zoológico”

Tisca se sienta lentamente en la bañera repleta de burbujas, esperando relajarse en silencio cuando de pronto algo llama su atención. Moviéndose entre las burbujas logra distinguir algo. Tisca mete la mano en el agua e intenta tomarlo pero andes de poder hacerlo el objeto desaparece frente a sus ojos. Intrigada, continúa la búsqueda del extraño objeto más detenidamente por toda la bañera hasta que sus manos encuentran algo. –¿Una manguera? Qué extraño… ¿Quién habrá dejado esto aquí?

Repentinamente siente que algo le hace cosquillas en la espalda. Al voltear se encuentra con la cabeza de una anaconda que la observa sin dejar de sacar la lengua. El rostro de Tisca se  descompone en una muesca de terror al percatarse de que la serpiente está por toda la bañera, y de un salto sale de ella lanzando un fuerte grito para dirigirse inmediatamente hacia la ventana. -¡Una serpiente! ¡UNA SERPIENTE! -grita sin parar hasta que nota que algo la mira desde fuera de la ventana.

Desde el otro lado de la ventana se percibe la cabeza de una jirafa que la mira tan intrigada como ella a los ojos. Todavía desnuda, y con apenas una toalla que le cubre la cadera y algunas cuantas burbujas los pechos baja sin parar de gritar por las escaleras hasta llegar a la sala, en donde se tropieza de frente con un enorme oso polar que la abraza cariñosamente, lo que la aterroriza aún más haciendo que salga huyendo en dirección a la cocina. Allí, encuentra a Tiko jugando cartas y apostando junto con un grupo de monos de su misma especie mientras fuman cigarrillos, entonces corre en dirección al jardín en donde comienza a sacudir violentamente un árbol del que no tarda en caer de cabeza Mali, entonces lo sacude a él en lugar del árbol en un ataque de histeria. –¡Tu lo hiciste! ¡Es tu culpa! ¡Es tu culpa! –para finalmente arrojarlo al agua de la piscina de la que sale inmediatamente con una piraña prendida a su ropa interior, a la altura del glúteo.

-¿Qué tienes? ¿Por qué me tiraste al agua infestada de priañas?

-¿¡Cómo que qué tengo!? ¡Encontré una anaconda en la bañera mientras una jirafa me veía desnuda desde la ventana! ¡La misma que dibujé esta tarde y me preguntas qué tengo! ¡Explicate! –le exige al borde de un colapso nervioso.

Mali parece avergonzarse e intenta explicar lo sucedido aunque sólo atina a balbucear palabras. –Bueno, este… yo… verás…

En ese instante escuchan un grito proveniente de la casa. Rápidamente los dos entran a la casa sólo para encontrase en la sala a la señora Brisk desmayada frente a un enorme tigre. -¡E-ese tigre se va a comer a la señora Brisk! –exclama Tisca con el rostro pálido.

Con toda naturalidad Mali se acerca al tigre, al que acaricia como si fuese un pequeño gatito. –No se va a comer a nadie. Ya tomó suficientes alimentos por hoy. Llevémosla a su habitación, allí estará más cómoda cuando despierte.

Tisca accede y aunque recelosa del enorme felino ayuda a Mali cargar ala inconsciente mujer hasta la planta alta pasando entre puercoespines, alces y aves exóticas. -¡Tienes mucha suerte de que mi mamá no esté en la casa y no regrese hasta muy tarde –le reprocha ella a Mali en el camino-. ¿Qué diablos hacen todos estos animales en la mansión?

Mali da un suspiro accediendo a contarle lo ocurrido. –No pude dejar de pensar en estos pobres animales, así que decidí regresar al zoológico para liberarlos, pero cuando lo hice me di cuenta de que dejarlos en la ciudad no sería la mejor opción. Si los dejaba a su suerte podrían morir arrollados por un auto, o ser recapturados, tampoco quería regresarlos a sus jaulas, así que decidí traerlos al único lugar lo suficientemente espacioso que conocía.

Una vez han puesto a salvo a la señora Brisk y cerrado con llave la puerta Tisca se vuelve furiosa hacia él. -¿Tienes una idea del problema al que acabas de meternos a los dos? Si alguien del zoológico lo averigua, podrían arrestarnos por tráfico de animales. No quiero ni pensar si mi madre regresa y ve que la piscina está llena de hipopótamos y la sala de fieras salvajes. ¡Tenemos que regresar a los animales al zoológico cuanto antes!

Mali se aleja de ella cruzando los brazos, evidentemente ofendido -No puedo hacerlo. Ellos son mis amigos. Sabía que no lo entenderías…

Tratando de tener mayor tacto, Tisca se contiene e intenta ser más persuasiva con él. –Tú mismo lo dijiste. Si estos animales son avistados fuera del zoológico podrían matarlos. Sé que te es difícil aceptarlo, pero el mejor lugar para ellos es el zoológico. Están muy lejos de sus hábitats naturales, y no podrían sobrevivir por sí solos en un lugar como este. Además, nos estás poniendo en riesgo a mí y a mi madre, y aunque estos animales fueran inofensivos como dices, nosotras tendríamos que responder ante las autoridades cuando nos descubran.

Después de reflexionar unos momentos Mali finalmente accede. –Está bien –mirando con tristeza a sus nuevos amigos.

Más tarde Tisca aparece en la entrada de la mansión llevando un sombrero, gabardina y lentes oscuros. Mira en todas direcciones en busca de personas, y como la calle está desierta le hace una señal para que Mali salga vestido igual que ella. –¿En verdad tenemos que salir a la calle así? –le pregunta incómodo y apenado

-¡Cierra la boca! –tratando de silenciarlo colocándole la mano en la boca-. Si alguien nos reconoce con estos animales estamos perdidos. ¡Andando!

Mali sale a la calle seguido de una parvada de aves exóticas, dos tigres, un león, una jirafa, un rinoceronte, una serpiente, un grupo de monos y dos gorilas. Así, el inusual grupo de animales y humanos camina por la calle tranquilamente debido a la ausencia de testigos humanos. –No podemos ir a la avenida principal. Allí seríamos fácilmente avistados, así que sugiero que vayamos por el bosque hasta los límites de la ciudad, allí usaremos las alcantarillas, y desde allí será fácil llegar al zoológico.

Mientras caminan, las luces de un auto patrulla brillan a la distancia, por lo que Tisca entra en pánico. -¡Policías! ¿Qué hacemos? ¿Qué hacemos?

-Tranquila, déjamelo a mí.

Los policías se encuentran haciendo una ronda cuando avistan a Tisca caminando a lo lejos, aparentemente sola. Su extraña vestimenta llama la atención de uno de los oficiales, por lo que deciden aminorar la velocidad y finalmente se detienen junto a ella. -¿Está usted bien?

Ella les responde nerviosamente entre balbuceos intentando hacer sonar su voz más grave, igual a la de un hombre. -Eh, sí, sí, todo está bien, oficial.

 De pronto uno de los policías reparan en un anuncio en blanco detrás de ella en el que todos los animales están posando como si estuviesen haciendo acrobacias. –Ya viste eso –le dice a su compañero, quien mira tan extrañado como él el anuncio.

-No es nada. El circo debe estar en la ciudad. Vámonos.

Mientras la patrulla se aleja los animales se relajan y Mali aparece detrás del anuncio. – Parece que funcionó.

-Sí, no pensé que fueran tan tontos –agrega ella con una sonrisa triunfal.

Sin embargo, antes de que la patrulla se aleje mucho los policías reciben un mensaje de radio: “A todas las unidades, se les informa que los animales del zoológico central han sido robados. Reptito, los animales del zoológico central han sido robados”.

Los policías se miran incrédulos entre sí y dan un frenazo a la patrulla para desandar el camino con la sirena encendida. Tras ser descubiertos, Tisca, Mali y los animales echan a correr con la patrulla pisándoles los talones.

-¡Tenemos que llegar al río cuanto antes! –apremia Mali.

El grupo alcanza las orillas del río que, por el verano, ha bajado de nivel bajando a toda prisa por la ladera hasta llegar a la entrada de la alcantarilla. El último en llegar allí resulta ser un gordo hipopótamo que tiene problemas para entrar con sus caderas hasta que finalmente lo logra. Momentos después, los oficiales bajan al lugar con linternas, tratando de seguirles la pista a los animales fugitivos hasta la entrada de la alcantarilla. Uno de los oficiales planea entrar seguido de su temeroso compañero cuando desde el interior se escucha un fuerte gruñido que asusta a ambos oficiales. Con cautela ambos policías dirigen el haz de luz al interior de la cloaca sólo para ver a un oso polar furioso correr hacia ellos. Horrorizados, los oficiales suben por el borde del río hasta regresar a su patrulla y escapar del lugar sin mirar atrás.

Más tarde Tisca y Mali emergen de una alcantarilla que queda justo en medio del zoológico y durante los próximos minutos se dedican a colocar a todos los animales en sus respectivos hábitats, lo que parece entristecer especialmente a Mali por lo que al momento de marcharse Tisca intenta subirle el ánimo.

-No te preocupes por ellos, estarán bien. Si te hace sentir mejor podemos venir a visitarlos mañana otra vez.

-¿En serio? ¡Me encantaría!

Repentinamente una cebra se cruza en su camino. -¿Qué hace esa cebra aquí? Creí que habíamos regresado a todos los animales a sus hábitats.

-Eso hicimos…

Después de unos segundos de silencio, Tisca parece adivinar lo que sucedió. –Mali, no habrás olvidado poner llave a las jaulas antes de salir, ¿o sí?

En menos de un parpadeo los animales escapan de nuevo en manada creando un caos en todo el zoológico que llama la atención de los cuidadores. En cuestión de segundos los reflectores de todo el zoológico apuntan hacia ellos de la misma manera en la que las prisiones usan los reflectores para identificar a los convictos que tratan de escapar durante la noche.

-¡Maldición! –grita Tisca.

Esa noche, los dos son puestos en custodia en una de las oficinas del zoológico en la cual puede leerse la palabra director en la puerta. No pasa mucho tiempo para que el encargado del zoológico entre, un hombre de edad media, calvo y con la cara enrojecida de ira se sienta sobre el escritorio con una mirada acusadora.

-Eh… esteee… -se aventura Tisca a murmurar incómodamente cuando el hombre estalla.

    -¡¿Saben cuánto trabajo nos costó recapturar a los animales?! Espero que estén contentos. Sus padres tendrán que pagar por todos los daños causados a las instalaciones del zoológico.

    -Ese no será un problema, se lo aseguro –se escucha la voz de Acanta en el momento en el que entra a la oficina, saluda al hombre y se sienta a un lado de los muchachos.

    -¡¿Quién diablos es usted?! –estalla el hombre ante la naturalidad con la que la dama entra.

    -Mis disculpas, soy Acanta Drivas, la madre de Tisca y tutora de Mali.

    -¡Señora le advierto que…!

Antes de que el hombre pueda continuar ella le entrega un cheque en la mano.

–Como ya dije, eso no será necesario. Ahora con su permiso, me gustaría llevarme a los chicos.

En eso Mali se le acerca y le susurra algo al oído a Acanta. -Además, me gustaría hacer una donación al zoológico para convertirlo en un safari. De ese modo los animales tendrán un ambiente menos estresante en el cual puedan vivir. En otras palabras, quiero convertirme en una benefactora regular del zoológico.

Acanta entonces procede a firmar y entregarle otro cheque. Ya con los dos cheques en las manos y viendo la cantidad que juntos suman la actitud del hombre se transforma en júbilo.  –¡C-claro, señora Acanta! Mis disculpas por lo de hace un momento. Son bienvenidos a regresar cuando quieran.

Así, los tres dejan el zoológico sin mayor problema. De camino a casa, en un auto de lujo que Acanta maneja personalmente reina la calma.

-Fue muy amable lo que hiciste por esos animales –comenta su hija.

Sin apartar la mirada del camino ella le responde con una sonrisa. -Si querías ayudarlos, debiste decírmelo desde un principio, querida.

-Pero… yo… no.

-Estás castigada sin mesada por dos meses, y como castigo extra tendrás que ayudarle a la señora Brisk a las tareas domésticas por cuatro meses más.

    
El auto avanza en un solitario camino rodeado de bosques pasando por un hombre de aspecto sospechoso que lleva sombrero, gabardina y lentes oscuros que no resulta ser otro que el oso polar del zoológico, quien lleva una vara al hombro con un bulto en el que carga con todas sus pertenecías y va camino a buscar la liberdar.

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